Despedirse de tu mascota.
Las mascotas no son sólo animalitos son parte de la familia,
y por lo mismo se vuelve muy difícil y triste el tener que decirle adiós.
Quiero compartirles mi historia pues unos días atrás mi compañero y guardián
cerró sus ojos para siempre y para mí el escribirlo es como una terapia y me
hace mucho bien.
Su nombre era Puma (la verdad es que no recuerdo el porqué
de la elección de ese nombre), nació un 28 de octubre del 2002, él era el mejor
labrador que llegó a mi vida en el 2003 y creció conmigo, recuerdo aquél día cuando mi mamá y yo fuimos a conocerlo (mi sueño de tener un labrador llegó,
tengo que decir que quería con todo mi ser tener un perro de esta raza pues
considero que estos perros son los más bellos del mundo), llegando a la casa
donde vivía él y su familia fue amor a primera vista, se acercó a mí y de
alguna manera él estaba destinado a vivir conmigo.
Cuando lo trajimos a casa conoció a Thor (un pastor alemán)
y se asustó y se escondió atrás de mí, ese día durmió adentro de la casa, le
acomodamos su espacio para que durmiera (junto a las escaleras para ir al
cuarto de mis papás), cuando lo instalé se quedó ahí y yo me fui a mi cuarto,
ya en la noche sorpresivamente escucho que se abre mi puerta y era Puma que
quería jugar, pero yo lo regresé a su cuarto pues ya era tarde, esa noche creo
no durmió mucho pues aprendió a subir y bajar las escaleras, al día siguiente
cuando fui a verlo estaba sentado esperándome en un sillón y en su cuarto
estaban las chanclas de mi papá (ah y un regalito en el piso, pero él estaba
muy feliz).
Esa no fue su única travesura, no señor, cuando se
acostumbró a quedarse en el jardín con Thor (el otro perro), le agarró el gusto
por comerse las macetas y los limpiadores de los carros (hasta el día de hoy no
entiendo como los alcanzaba y los quitaba, porque solamente era el plástico
negro para proteger el vidrio), mi papá no estaba muy feliz con eso.
Cuando lo tuvimos que llevar a su cita con el veterinario
fue una travesía pues teníamos que subir muchas escalera y Puma no quería
caminar, tenía miedo mi bebé, y por supuesto lo tuve que cargar para llegar al
consultorio (estaba muy pesado), pero regresó sano y salvo a su casa. Él no era
un perro materialista, a él le gustaban los juguetes sencillos y el los elegía, cuando salíamos él iba a un lote baldío y tomaba las botellas de plástico y
era el perro más feliz con su juguete nuevo.
Puma fue a la escuela, y aprendió a sentarse muy bien y a
caminar a mi lado, fue un amante de comer manzanas y peras de los árboles
del jardín. Mi cuarto y su cuarto sólo estaban separados por una pared con ventana, yo podía
escucharlo muy bien, algunas noches a él le gustaba platicar con otros perros
toda la noche, pero era un perro obediente que cuando le decía que ya no
platicara y se fuera a dormir, y lo hacía (bueno en ocasiones).
Él era muy inteligente y sensible, logró detectar cuando
tenía hipoglucemias en la noche, tanto así, que era la alarma para mis papás,
así ellos iban a mi cuarto a ayudarme. También fue un perro muy noble, aceptaba a otros
miembros de la familia fácilmente y podía identificar el motor de los carros de mi casa. En una ocasión mi papá tuvo un accidente en el jardín y
cuando salimos para ayudarlo, Puma estaba ahí junto a él para protegerlo y
ayudarlo (se puede decir que fue en esa ocasión cuando mi papá perdonó a Puma
por todas las macetas, plantitas y limpiadores que destruyó).
Tiempo después llegaron las enfermedades, tenía displasia
de cadera (con medicina por un tiempo logró estar muy bien), pero cuando le
apareció un tumor en su piel, la preocupación llegó a mi vida, lo operaron y
todo salió perfecto, pero le fueron apareciendo más (en tres ocasiones fue
operado), pero Puma luchaba por recuperarse (ya era un perro viejito y le
comenzaron a salir sus canas).
El momento en el que supimos que pronto llegaría el día en
el que partiría de nuestro lado, fue cuando dentro de su casa empezó a ladrar y
ladrar toda la noche, cuando salí a verlo no se podía levantar, con la ayuda de
mi hermano tuvimos que desarmar la casa para poder levantarlo, fue cuando
convencí a mis papás de construirle una casa más grande donde tuviera espacio
para moverse y levantarse fácilmente, y lo hicimos, en ocasiones tenía que
ayudarle a levantarse y me ponía a caminar por el jardín de la casa con él,
pero seguía igual y fue empeorando.
Pero el sábado 19 de agosto del 2017 fue cuando supe que el
fin estaba más cerca, ese día ya no podía levantarse, estuve con él, le lloré,
hablé con él y le dije todo lo que fue para mí, lo importante que fue en mi
vida (el mejor perro, amigo, compañero de mi vida y le agradecí por llenar mi
vida de alegría).
El domingo seguía igual, el veterinario lo fue a revisar y
lo inyectó, Puma se calmó y lo movimos a la cochera, esa noche para él fue
desesperante, porque no se podía levantar y poder hacer pipí como acostumbraba,
el lunes estaba todo húmedo, mi hermano me ayudó a moverlo y le di un baño, le
puse su champú y lo enjuagué, Puma se calmó y relajó, su respiración era lenta,
ese día fue cuando nos dejó, lloré y aún le lloró porque para mí fue perder a
mi bebé a un miembro de mi familia. Yo sé que ahora está mucho mejor, lo
imagino corriendo, comiendo manzanas y/o peras, con su pelo negro brilloso y
muy feliz.
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