El fanatismo político.
En los últimos años, un fenómeno muy latente que viene en peligroso y vertiginoso aumento, en un contexto de alta polarización; este distorsionador se presenta como enemigo de la conciencia electoral y de una sana y madura democracia, es el fanatismo político.
Pero empecemos definiendo fanatismo:
Según la definición de la Real Academia Española: es un “apasionamiento y tenacidad desmedida en la defensa de creencias u opiniones, especialmente religiosas o políticas.”
Para Voltaire: “El fanatismo es a la superstición lo que el delirio es a la fiebre, lo que la rabia es a la cólera. El que tiene éxtasis, visiones, el que toma los sueños por realidades y sus imaginaciones por profecías es un fanático novicio de grandes esperanzas; podrá pronto llegar a matar por el amor de dios.”
Por lo tanto, el fanatismo se identifica por el deseo de imponer sus propias ideas, despreciar a quienes son diferentes, basarse en una serie de pensamientos que son incuestionables, tener una visión cuadrada de las cosas pues todo es blanco o negro y carecer por competo de todo espíritu crítico.
Para Winston Churchill: “un fanático es alguien que no puede cambiar de opinión y no quiere cambiar de tema.”
¿Qué es el fanatismo político?
El fanatismo político es el apasionamiento de una persona que defiende con tenacidad desmedida y ciegamente sus creencias u opiniones políticas. Suponiendo una adhesión incondicional a una causa.
Los fanatismos políticos enceguecen la razón, enajenan el sentido crítico y los elementos de juicio que debemos tener para elegir a las personas más expertas y probas y, por contera, caldean los ánimos, exacerban los odios, hasta llegar a instigar a la violencia que incluye la persecución de las personas que no comulgan con las creencias y opiniones que adoctrinan sus credos.
En el fanático se genera un comportamiento considerado en algunos casos violento e irracional, convencido de que sus ideas son las mejores y las únicas validas, por lo que menosprecia las opiniones de los demás, aunque estas estén en lo correcto.
Más preocupante resulta que, desde la óptica del fanático, la mirada objetiva de quienes analizan a profundidad las tesis de los candidatos en contienda sirva para que estos sean estigmatizados y vistos como enemigos si sus comentarios no favorecen a sus líderes con ribetes de caudillo. El fanático "solo ve lo que quiere ver", viviendo una realidad que nos les pertenece, negando toda crítica a ello y sobre compensándose a sí mismos.
Esta clase de pensamientos son resultado de los sistemas autoritarios y dictatoriales, que en un principio están disfrazados de patriotismo, amor a la patria; haciéndose ver como los únicos que pueden cambiar al país, pero cuando estos llegan al poder político, suelen desarrollar todo un régimen para la imposición de sus creencias, castigando a los opositores, buscando eliminar cualquier tipo de reflexión, porque donde no existe reflexión tampoco hay contradicción ni matiz.
Es muy importante señalar que ninguna ideología política justifica ni el fanatismo ni la violencia psicológica o física; tampoco se justifica un voto amañado por un candidato para obtener luego favores non sanctos.
“Hay dos tipos de patriotas el que ama a su país y el que ama al gobierno de su país. Lógicamente los gobiernos considerarán más patriotas a estos últimos.” Jaume Perich
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